La metrópolis selvática de Manaos es la última parada antes de cada expedición al Amazonas. Aquí me reúno con el Dr. Luiz Claudio Dias y su equipo en el hospital dermatológico. El médico viaja desde allí una vez al año a una zona protegida de difícil acceso para los indígenas y examina a la población local para detectar la lepra y otras enfermedades de la piel.
Cuando queremos salir de Manaos, llueve tanto que la avioneta de hélice que debe llevarnos a Sao Gabriel da Cachoeira no tiene permiso para despegar. Dos horas más tarde, el avión despega y comienza la aventura. Nos acompaña Israel Dutra, un indígena de la tribu Tucano, que hace de traductor en esta expedición. Israel estudia medicina en Manaos y, como médico en ciernes, es el orgullo de su tribu.
Obviamente, ya se había corrido la voz de que un dermatólogo viajaba desde Manaos. A la mañana siguiente, la cola ante la consulta del hospital local es larga. Hace calor y está sofocante. La humedad nos afecta a todos. El Dr. Luiz examina meticulosamente a cada paciente en busca de anomalías en la piel y realiza todas las pruebas habituales para la lepra.
Para llegar a las regiones remotas del Amazonas, tenemos que continuar nuestro viaje en barco. Aquí empieza la verdadera aventura. Debido a la larga distancia, la tripulación se decide por una de las lanchas motoras más rápidas en lugar de una con más espacio y techo. En ese momento, no me doy cuenta de las drásticas consecuencias que esto tendrá. El barco está lleno hasta los topes de medicinas y provisiones para una semana. Nos acompañan otros dos médicos. Todos tenemos el espacio justo para sentarnos con las mochilas entre las piernas. Cada centímetro libre está lleno de material. Un enorme barco militar lleno de soldados está anclado junto a nosotros, vigilando de cerca todos nuestros movimientos.
Debido a la temporada de lluvias, navegar en el barco no es tarea fácil. El nivel del agua ha subido tanto que ya no podemos ver las grandes rocas que suelen sobresalir del agua. Se necesita un capitán experimentado que conozca al dedillo el curso del río y pueda dirigir la barca con seguridad a través de los rápidos sin volcar. El sol pega sin piedad. Cada trozo de piel sin protección se quema.
Como estamos en una zona protegida para los pueblos indígenas, los militares nos paran y nos controlan varias veces. Sin autorización de la FUNAI (la agencia brasileña para el desarrollo y la aplicación de medidas relacionadas con los pueblos indígenas), no está permitido recorrer este tramo del río. Tras unas horas de viaje, llegamos a nuestro primer destino: Taracuà, un pequeño asentamiento de indios tucanos en el río Negro. Allí se realizan los primeros exámenes esa misma noche, antes de instalar nuestro campamento, compuesto por hamacas.
A la mañana siguiente, todos los habitantes enfermos de la aldea son examinados y tratados antes de continuar nuestro viaje. Unos kilómetros río arriba, nos sorprende un aguacero tropical. En cuestión de segundos, llueve a cántaros. Nos apiñamos e intentamos protegernos con un plástico. La velocidad del barco hace que cada gota de agua parezca una punta de flecha. Al cabo de unos minutos, estamos empapados hasta los huesos. Sin embargo, el viaje bajo la lluvia iba a continuar durante varias horas más. No podíamos permitirnos más descansos, ya que teníamos que llegar a nuestro destino antes del anochecer. Llegamos a Pari Cachoeira al anochecer, exhaustos pero ilesos. El último asentamiento brasileño antes de la frontera colombiana.
El procedimiento se repite todos los días. Observo y documento los procedimientos in situ. El Dr. Dias e Israel examinan a todos los residentes con problemas de salud, mientras los pacientes que esperan ven las películas informativas y educativas sobre diversas enfermedades en la respectiva lengua tribal. El diagnóstico de la lepra se basa inicialmente en varias pruebas de tacto y sensibilidad. Muchos pacientes acuden con enfermedades cutáneas llamativas, que afortunadamente no están todas causadas por la lepra. En los últimos 10 años se han detectado 37 nuevos casos de lepra en la zona. Durante nuestro viaje de una semana, el equipo examina a más de 80 pacientes en nombre de DAHW. Se diagnostican tres nuevos casos de lepra.
Algunas familias viven junto a vertederos. Otras viven en medio del bosque con una sola chimenea y una olla en una choza hecha de hojas y ramas. La mayoría de las familias trabajan en plantaciones o viven de la pesca.
En nuestro último día en Pari Cachoeira, acompañamos al indio tucano Narcisso Castelo y a sus cuatro hijos a la selva. Quiere enseñarnos la selva y sus tesoros. Entre ellos, la baya del acai. Crece en las copas de los árboles. Una de sus hijas trepa diez metros hasta las copas de los árboles para recoger algunas para nosotros. Hablamos con Narcisso de viejas tradiciones y del incierto futuro de su pueblo. Después, Narcisso nos lleva a una maravillosa cascada en medio de la selva. El refrescante chapuzón en el río nos sienta bien. Aunque hay pirañas, caimanes y anacondas por todas partes, los nativos nos explican que podemos meternos en el agua sin dudarlo. Sólo debemos permanecer cerca de la cascada, así estaremos a salvo :-)
La naturaleza parece intacta aquí. Sin embargo, una quinta parte de la selva tropical brasileña ya ha sido talada y otra quinta parte está gravemente dañada y ya no es utilizable. La industria agrícola pronto habrá talado el 75% de esta selva tropical, que ya tiene 55 millones de años. El cambio de poder en Brasil a principios de año está acelerando este proceso y alberga peligros adicionales para la selva tropical restante y los pueblos indígenas.
Quiero dar las gracias a DAHW (Deutsche Lepra und Tuberkulosenhilfe e. V.), a la organización brasileña FUNDHANS y a FUNAI, el movimiento mundial por los derechos de los pueblos indígenas, por haber hecho posible este viaje. Es un gran privilegio poder viajar a esta zona protegida y visitar a algunos de los últimos pueblos indígenas de nuestro tiempo.
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